miércoles, 11 de agosto de 2010

La cena esta lista

"...Acercándonos con los ojos, una distancia
cae alrededor de nuestros cuerpos
fuera en el jardín, la luna parece muy brillante..."

Peter Gabriel, "Supper's Ready"


-¿A que saben mis labios cuando los besas?- Me preguntó ella en posición de chef estudiante. Me dijo “puedo verme en tus ojos”, le dije “ojo con lo que ves, si de espejo me ves hecho, pronto vas a ser presa de tu propio reflejo, por que jamás te voy a olvidar”. Y entiendo por que ese pacto me carcome, si cada vez que recuerdo que necesito olvidar, ese olvido toma la posición de recuerdo y se incrusta constante como una cadena de pensamientos repetidos en mi conciencia. Olvidar no se trata de abandonar una realidad, se trata de romper una serie de pensamientos. ¿Cómo podría el pretendiente a olvidar olvidar, si recuerda constantemente que su deber primordial es olvidar? Olvidémonos de esto, no es mi propósito estancarlos en un dilema circular donde los hechos y las consecuencias cambian de rol permanentemente solo para justificar su permanencia.

La invité a degustar la entrada. Ahora si que no flotaban las filosofías casuales; menos las efímeras tristezas producto de las anteriores.

Tenía picante en exceso, pero luego de unas mordidas forzosas (rocoso el plato) percibí que el bocado se abría por sus costados dejando estallar en mi lengua su corazón, que suave y jugoso se me vino entre los dientes y los bañó, para luego despedirse y emprender una ácida siesta hasta la digestión.

-Querida… ¡La cena esta lista!- La llamé para incluirla en el cierre del culto culinario. Y ahí estaba. Los labios rojos (¿el vino?), los ojos cansados y el cuerpo manchado. Fue entonces cuando noté que mi dama esperaba una respuesta, una respuesta que aglobaba y reducía todos los gustos a un sabor, una respuesta que olvidaba un futuro, una respuesta antes del postre.

Jamás olvidaré esa cena, que ahora es recuerdo.

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